Historia de las fresas de Valsequillo
Las Fresas de Valsequillo deben su nombre al municipio de la isla de Gran Canaria donde se cultivan. Este pequeño fruto rojo no solo forma parte de la gastronomía local, sino que también representa un pilar importante de la economía y la cultura de la zona.
Orígenes del cultivo de fresas en Valsequillo
El cultivo de fresas en Valsequillo se remonta varias generaciones atrás, cuando agricultores locales comenzaron a experimentar con cultivos en los fértiles suelos de medianías. Gracias a su clima, la altitud y la riqueza del terreno, las fresas encontraron en Valsequillo un ecosistema ideal para desarrollarse, diferenciándose de otras zonas de Canarias por su sabor intenso y textura jugosa.
Evolución del cultivo
Durante las décadas siguientes, el cultivo se profesionalizó. Se introdujeron técnicas más eficientes y se mejoraron los métodos de selección de semillas, lo que permitió aumentar la producción sin perder calidad. Con el tiempo, las fresas de Valsequillo se convirtieron en un producto codiciado tanto en el mercado local como en el regional, consolidando la reputación del municipio como la cuna de la fresa.
Importancia económica y social
El cultivo de fresas ha tenido un impacto significativo en la economía local, generando empleo directo e indirecto en agricultura, transporte y comercio. Además, se ha convertido en un símbolo de identidad cultural para los habitantes, quienes celebran cada año la temporada de la fresa con ferias y eventos gastronómicos que atraen a visitantes de toda la isla.
Gastronomía y cultura
Más allá de su valor económico, las fresas de Valsequillo son protagonistas de la gastronomía local. Se consumen frescas, en mermeladas, postres tradicionales y en una variedad de recetas que permite que el fruto se mantenga vigente tanto en mesas familiares como en la oferta culinaria de restaurantes y mercados.
Conservación y calidad
En Valsequillo, los agricultores mantienen vivo el orgullo por sus fresas, dedicándose a cada cultivo con esmero. Esta pasión asegura un fruto de sabor excepcional y protege la riqueza agrícola del municipio, transmitiendo tradición y calidad a las futuras generaciones.



